Cáncer cérvico-uterino
El cáncer cérvico-uterino es la neoplasia más frecuente en los países en vías de desarrollo y, la segunda neoplasia más común en el mundo, con medio millón de nuevos casos registrados anualmente.
En México, esta neoplasia ocupa el primer lugar en frecuencia y en mortalidad en mujeres de 25 a 49 años.1 El registro histopatológico de las neoplasias malignas de México, en 1996 reportó que de 73,299 casos el 65% correspondió a mujeres (47,757) y, que el cáncer cérvico-uterino ocupaba el primer lugar con 15,749 casos (33%).
En 1994, ocurrieron 4,380 muertes por cáncer cérvico-uterino lo que corresponde a una muerte por esta causa cada dos horas, desafortunadamente, en nuestro país, 81.2% de estos casos se diagnostica en estadios avanzados (cáncer invasor) y, sólo 18.8% en estadios tempranos (cáncer in situ o micro invasor); además, 50% de todos los casos se encuentran en etapas clínicas III y IV.
El tratamiento con radioterapia y braquiterapia, brindan un importante beneficio en etapas tempranas de este padecimiento; sin embargo, en etapa III, la tasa de supervivencia con este tratamiento a cinco años se reduce del 15 o 48%. Estos resultados muestran la importancia de desarrollar un Programa Nacional para hacer la detección temprana de esta enfermedad con el método bien conocido: la citología cervical o prueba del Papanicolau.
Establecer el diagnóstico de manera temprana, definitivamente redundará en la reducción de la frecuencia y mortalidad en este grupo tan especial de mujeres. El mejor ejemplo es el que se observa en países nórdicos como Islandia y Finlandia que a partir de 1960 realizan en forma sistemática el examen de Papanicolaou; como resultado de esta acción la reducción es drástica en frecuencia y mortalidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1986, publicó, los resultados respecto a la frecuencia en que debe practicarse el estudio de la citología vaginal, sobre todo en países con recursos económicos limitados recomendando practicarla una vez cada tres años en mujeres de 35 a 64 años de edad, mencionando que los resultados obtenidos, son similares a cuando se practica anualmente. Además, es evidente que cuando se practica una citología cada 10 años, la frecuencia de cáncer invasor, se reduce hasta 65%.4 Cuando esta citología se realiza una vez en la vida de la mujer, esta frecuencia es del 33%. Todo esto, nos indica que, un método tan sencillo, económico e indoloro, puede salvar a millones de mujeres en países en vías de desarrollo y con grandes problemas de recursos económicos.
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